4 de septiembre de 2013

Ya va a volver

La beta finalmente bajó de 6.300 a 295 en una semana exactamente. Y entonces el nudo en la garganta. Sensación ovárica a más no poder. Ahora sí, ahora sí que estoy menstrual. La dulzura de mi bolsita me abandona y me quedo sola nuevamente con mis ovarios que roen y roen y el útero que aúlla porque no alberga a nadie. Me siento tan sola con este dolor que sólo confirma lo que no pudo ser, lo que se perdió. Ahora sí puedo decir, lo perdí. Lo perdí. ¿Por qué lo perdí? Y empiezo a llorar. Lloro en el descanso de la escalera con un llanto que no puedo controlar. Mi mente es rápida y viaja más rápido que la emoción. La mente dicta: ya me parecía que te lo estabas tomando con mucha calma. El llanto calma mis ovarios. Él me escucha llorar y corre hacia donde estoy. Me abraza fuerte, me dice ¿qué te pasa, te duele? ¿Querés un ibuprofeno? Y yo, no, no, no. No es dolor. O sí, es dolor, pero no se calma con ibuprofeno. "Lo perdí, ¿por qué lo perdí?", le digo en medio de unos sollozos incomprensibles. Él comprende, me abraza muy fuerte y me dice: "ya va a volver, ya va a volver". No dice: "vas a tener otro", me dice "va a volver". Él tampoco soporta que se haya perdido.

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