Le pregunto a mi corazón si sabe. Y me responde que sí. Sabe. Mi corazón sabe que vivo hace tres años intentando quedarme embarazada.
También sabe que tengo anhelos, muchos anhelos. Y me responde con un breve cosquilleo.
Hace tiempo que puedo reirme nuevamente. Decidí tender un puente entre el mundo fértil y yo. Porque la fertilidad se define de muchas formas. Si mis óvulos no son de lo más fértil en mi igual hay mucho campo para sembrar. Procuro todos los días recordarme esto.
El mundo es mucho más complejo de lo que imaginamos. Hay cosas que no se pueden controlar. La vida prende o no prende. Se queda, se va y la naturaleza sigue su curso. En el medio yo puedo llorar, patalear, mirar para otro lado o intentar con todas mis fuerzas que esto resulte. Se dará o no se dará, ya no lo sé. Pero lo extraño es que no estoy angustiada. Estoy pasando por un momento crucial en mi vida.
Le pregunto a mi corazón qué tengo que hacer.
Y una voz muy profunda me responde:
-Lo que viniste a hacer. A lo demás, dale tiempo.
19 de agosto de 2015
5 de agosto de 2015
Un ofrecimiento muy especial
Hoy me junté a almorzar con mi prima luego de varios años. A veces nos vemos en reuniones familiares pero hacía años que no manteníamos una conversación privada.
En mi familia saben que estoy en reproducción asistida. No es un secreto. Mi mamá se lo contó a mi tío (su hermano) y de ahí que mis primos sepan algo aunque ningún detalle de cómo y cúando sucedieron las cosas.
Cuando mi prima me pidió de juntarnos yo sabía que se venía la pregunta. Por eso supongo que tardé tanto en aceptar este almuerzo.
Mi prima tiene dos hermosas hijas. No tuvo ningún problema para quedarse embarazada y las tuvo relativamente joven. Siempre que la veo es increíble el parecido que tiene con mi madre. Yo no soy parecida a mi madre, en las facciones me parezco más a mi padre.
Tuvimos una larga charla donde le conté un poco el periplo de estos tres años en reproducción asistida y el diagnóstico más preciso al cual hemos llegado: la calidad dudosa de mis ovocitos. Ella asentía, me miraba, me sostenía la mano y me daba aliento, coraje. Me contó de una pareja amiga suya que recientemente se habían quedado embarazados de mellizos.
-¡Y ella tiene 43 años! -me aclaró.
Yo me sonreí.
-¿Mellizos y con 43 años? O tu amiga es muy fértil o fue por ovodonación.
Se le agrandaron los ojos. Su mirada me interrogó enseguida. Empezamos a hablar del increíble mundo de la donación de gametas. Óvulos, espermatozoides, embriones... Y que gracias a ello mujeres con fallo ovárico prematuro o con edades avanzadas podían ser mamás.
-Entenderás que nosotros no tenemos problemas con lo genético. Si acepto los espermatozoies de un donante hombre puedo aceptar óvulos sanos de otra mujer.
-Pero entonces no está todo perdido -me dijo sonriendo.
-No, no, hay muchas cosas que aún se pueden intentar...
Ella se quedó en silencio un rato. Luego me preguntó:
-¿Y cómo hace una mujer para donar?
Le conté de la estimulación con hormonas para provocar la mayor cantidad de ovocitos en el ovario, del momento de la punción en el quirófano y con sedación y luego... su labor está cumplida.
Otra vez se quedó en silencio. Luego me dijo:
-Si decidís ir por el camino de la ovodonación y... te sirve.... yo te doy mis óvulos.
Me quedé dura, sentada en la silla, los ojos como platos.
-En serio... mirá, tengo dos hijas sanas, nunca tuve un aborto, me quedé embarazada rápido, tengo ciclos reloj, sé que ovulo porque me cambia el flujo, me doy cuenta. Esa parte de mi cuerpo doy fe que anda bien. Si se puede, yo te los doy de mil amores.
Se me salieron las lágrimas. A ella también.
-No sé... que decir... wow, nunca jamás una mujer me hizo este ofrecimiento. ¡Dios mío!
Y yo que me preguntaba cómo eran las donantes. Ahí enfrente tenía una. Mi prima. Dispuesta a pasar por una estimulación, pincharse durante 10 días tres inyecciones diarias, meterse en un quirófano para que otra mujer -yo- fuera mamá.
Mi prima tiene 40 años. De más está decir que jamás la aceptarían en la clínica de fertilidad (creo que tienen un límite de edad para las donantes). Pero su ofrecimiento, tan sólo el ofrecimiento, fue uno de los mejores regalos que me pudo dar este día.
En mi familia saben que estoy en reproducción asistida. No es un secreto. Mi mamá se lo contó a mi tío (su hermano) y de ahí que mis primos sepan algo aunque ningún detalle de cómo y cúando sucedieron las cosas.
Cuando mi prima me pidió de juntarnos yo sabía que se venía la pregunta. Por eso supongo que tardé tanto en aceptar este almuerzo.
Mi prima tiene dos hermosas hijas. No tuvo ningún problema para quedarse embarazada y las tuvo relativamente joven. Siempre que la veo es increíble el parecido que tiene con mi madre. Yo no soy parecida a mi madre, en las facciones me parezco más a mi padre.
Tuvimos una larga charla donde le conté un poco el periplo de estos tres años en reproducción asistida y el diagnóstico más preciso al cual hemos llegado: la calidad dudosa de mis ovocitos. Ella asentía, me miraba, me sostenía la mano y me daba aliento, coraje. Me contó de una pareja amiga suya que recientemente se habían quedado embarazados de mellizos.
-¡Y ella tiene 43 años! -me aclaró.
Yo me sonreí.
-¿Mellizos y con 43 años? O tu amiga es muy fértil o fue por ovodonación.
Se le agrandaron los ojos. Su mirada me interrogó enseguida. Empezamos a hablar del increíble mundo de la donación de gametas. Óvulos, espermatozoides, embriones... Y que gracias a ello mujeres con fallo ovárico prematuro o con edades avanzadas podían ser mamás.
-Entenderás que nosotros no tenemos problemas con lo genético. Si acepto los espermatozoies de un donante hombre puedo aceptar óvulos sanos de otra mujer.
-Pero entonces no está todo perdido -me dijo sonriendo.
-No, no, hay muchas cosas que aún se pueden intentar...
Ella se quedó en silencio un rato. Luego me preguntó:
-¿Y cómo hace una mujer para donar?
Le conté de la estimulación con hormonas para provocar la mayor cantidad de ovocitos en el ovario, del momento de la punción en el quirófano y con sedación y luego... su labor está cumplida.
Otra vez se quedó en silencio. Luego me dijo:
-Si decidís ir por el camino de la ovodonación y... te sirve.... yo te doy mis óvulos.
Me quedé dura, sentada en la silla, los ojos como platos.
-En serio... mirá, tengo dos hijas sanas, nunca tuve un aborto, me quedé embarazada rápido, tengo ciclos reloj, sé que ovulo porque me cambia el flujo, me doy cuenta. Esa parte de mi cuerpo doy fe que anda bien. Si se puede, yo te los doy de mil amores.
Se me salieron las lágrimas. A ella también.
-No sé... que decir... wow, nunca jamás una mujer me hizo este ofrecimiento. ¡Dios mío!
Y yo que me preguntaba cómo eran las donantes. Ahí enfrente tenía una. Mi prima. Dispuesta a pasar por una estimulación, pincharse durante 10 días tres inyecciones diarias, meterse en un quirófano para que otra mujer -yo- fuera mamá.
Mi prima tiene 40 años. De más está decir que jamás la aceptarían en la clínica de fertilidad (creo que tienen un límite de edad para las donantes). Pero su ofrecimiento, tan sólo el ofrecimiento, fue uno de los mejores regalos que me pudo dar este día.
4 de agosto de 2015
Rezo por vos
El plan es que no hay plan.
No lo hay por primera vez en tres años. Contra todo pronóstico me siento liberada.
Tuve mi segunda menstruación luego de la última in vitro y el embarazo bioquímico. Y fue la mejor menstruación que tuve en años.
Llegó bajo los efluvios de la luna llena de acuario, a los 28 días del ciclo, sin dolor, en abundancia y con una sangre rojísima y caliente. Y me sentí viva, me sentí mamífera y hermanada con todas las hembras de este planeta.
¿Saben qué? Me di cuenta que ser mujer es grandioso. Porque el tiempo es circular. Y en ese círculo que empieza y termina siempre se vuelve a a sanar.
Dice la canción: "Y curé mis heridas y me encendí de amor, de amor sagrado".
Y algo de eso pasó.
Me encendí de amor. Que era lo que temía que no volviera a pasarme. Ahora que sucedió pienso seguir irradiando.
Y el plan se irá armando.
Mientras tanto, rezo, rezo por vos.
No lo hay por primera vez en tres años. Contra todo pronóstico me siento liberada.
Tuve mi segunda menstruación luego de la última in vitro y el embarazo bioquímico. Y fue la mejor menstruación que tuve en años.
Llegó bajo los efluvios de la luna llena de acuario, a los 28 días del ciclo, sin dolor, en abundancia y con una sangre rojísima y caliente. Y me sentí viva, me sentí mamífera y hermanada con todas las hembras de este planeta.
¿Saben qué? Me di cuenta que ser mujer es grandioso. Porque el tiempo es circular. Y en ese círculo que empieza y termina siempre se vuelve a a sanar.
Dice la canción: "Y curé mis heridas y me encendí de amor, de amor sagrado".
Y algo de eso pasó.
Me encendí de amor. Que era lo que temía que no volviera a pasarme. Ahora que sucedió pienso seguir irradiando.
Y el plan se irá armando.
Mientras tanto, rezo, rezo por vos.
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