14 de agosto de 2013

Una antena, por favor

Terminé con el ciclo de anticonceptivos. En estos días debería venirme la menstruación. Pero aún no hay ni rastros de la sangre. Ya no me reconozco. No sé cómo era menstruar antes de comenzar con todo esto. Son tratamientos largos y lo largo estira el deseo. El cansancio es moral, no físico. Aunque a veces sí, también es físico. Ayer probablemente fueron las hormonas. De pronto mi cuerpo toma envión. Algo hace un click. Es como si de pronto todas mis células gritaran al mismo tiempo: "¡no está tomando la píldora!". Y la hipófisis mandara señales a todos lados. Es muy sutil este cambio. Creo cada vez más que tomar anticonceptivos inhibe algo en el proceso de las emociones. Y cada vez más creo en el poder de los estrógenos. Cuando me dan Puregón es como si viera la vida en technicolor. Ayer, ya sin la pastillita rosa volví a sentir esa sensación de que en cualquier momento se larga la cascada y de que no soy de piedra ni tengo una fuerza ilimitada. Soy tan humana como el que más. Y tengo ganas de mandar todo al cuerno y quedarme sola, con él, abrazándonos por un largo tiempo.

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