30 de julio de 2015

Para la fertilidad

Sueño que nos casamos.
Vamos al Registro Civil que, en este caso, queda en una estación de tren. Entre otras bizarradas están los reyes de España como invitados (?).
Tenemos que llenar un formulario que dice que podemos elegir entre dos opciones: legalizar nuestra unión (algo simple) o casarnos.
La opción de casarse viene con una nota que reza: "para la fertilidad".
En el sueño nos miramos. Ya vivimos juntos, no nos importa legalizar nuestra unión. Pero si es "para la fertilidad"...¡Casémonos!
Al despertar le cuento el sueño. Se sonríe y me dice: ¿pedimos turno en el Registro Civil?

Ovocitos

Buceando en busca de información leo algo que ya sabía pero que hoy me resuena de un modo distinto: los ovocitos que tenemos en los ovarios se producen en el momento de nuestra propia gestación, es decir, durante el embarazo de nuestra madre.
¡Caramba, qué responsabilidad la de mi mamá!, pienso.
Y no puedo evitar pensar en ese embarazo que me trajo a este mundo. Duró siete meses y fue muy muy muy complicado.
A veces siento que hay tanto que perdonarse a uno mismo.
Incluso desde la propia concepción.
Le debo mucho a la medicina. Y a las ganas de mis papás de tenerme. 

24 de julio de 2015

Esperanza

Mi inconsciente y yo nos estamos poniendo de acuerdo. Luego del sueño con el caballo blanco tuve otro sueño.
Estaba en mi colegio primario. Había un mástil y la bandera estaba a media asta. Como si alguien hubiera muerto.
Lo curioso es que además estaba con él. 
De pronto nos cruzábamos con mi maestra de segundo grado de inglés. Miss Hope. Olvidé decir que durante mi infancia fui a un colegio británico. Ella me abrazaba fuerte y me decía que se sentía muy feliz de verme.
Yo la abrazaba confundida. Pero me dejaba llevar por su alegría.
Al despertarme me pregunté por qué Miss Hope había aparecido en mi sueño.
Y me respondí: "Hope" significa esperanza.
La esperanza vino a abrazarme en sueños y a decirme que se siente muy feliz de verme.
Genial.

21 de julio de 2015

Qué es una familia

Mi sobri cumplió un año. Aún no tiene plena conciencia pero ya es muy claro lo que le gusta y lo que no. No es un bebé que le guste estar en brazos de todo el mundo a menos que sean los brazos de su mamá o su papá. Y está bien. Yo lo entiendo. Por eso cuando lo voy a ver simplemente me tiro al piso a jugar con él. El día de su cumpleaños le regalé una caja de madera que tiene diferentes sonidos y se toca con dos palitos. Nos divertimos mucho y me regaló varias sonrisas. Como todo niño, es un explorador nato. Un curioso de todo. Y como para mi todo en este mundo es interesante nos llevamos muy bien.
Cuando me anunciaron que la beta había bajado me alejé. No podía ver un bebé y mucho menos conectar con él. Ver un bebé era llorar o maldecir. No podía estar en una habitación con niños. Me salía una violencia espantosa que por suerte no la expresaba con ellos pero que rebotaba dentro mío.
Estuve unos meses alejada de mi hermano, mi cuñada y por ende mi sobri. Ellos lo entendieron como pudieron aunque se sentían tristes.
Pero llegó el día en que mi sobri cumplió un año.
Y mi cuñada estaba triste porque su familia vive lejos y no iban a poder venir a festejar el cumpleaños. Y en ese momento comprendí que mi sobri tenía una tía cerca y que era yo. Y que las familias son eso también. Yo que me la paso hablando de que quiero formar una familia. ¡Ya tengo una! ¡Soy tía de un bebé alucinante de un año!
Lo demás, vendrá. Yo sé que vendrá.

20 de julio de 2015

Cosas que sólo escribo acá

Estuve muy triste y luego muy enojada.
Tomé varias decisiones luego del embarazo bioquímico: una de ellas fue dejar inmediatamente la terapia hablada.
Apenas supe del mal resultado de la segunda beta le mandé un mail a mi psicóloga diciéndole que no iba a analizar nada de lo que me había pasado. Me sentía agotada. Sólo quería llorar y dejarme llevar por lo que viniera.
Una de las consecuencias de haber dejado la terapia hablada fue que mi ser controladito y comprensivo se fue al carajo. No me había dado cuenta de que ese espacio funcionaba así. Pero si te sentís un revolver cargado empezás a disparar. Curiosamente no le disparé a cualquiera. Sólo a mi madre. Pero en vez de ir a resolverlo en terapia terminé resolviéndolo con ella. Primero a las patadas y luego a lágrima viva. Porque otra cosa que me pasó es que no podía llorar con nadie. Sólo con mi mamá. Y mi mamá es de esas personas que para solucionar algo creen que hay que hacer algo. Yo acababa de menstruar y ya me estaba dando el nombre de otro médico en otra clínica para buscar un nueva opinión. ¿Se imaginan dónde terminó el número del siguiente médico?
Todos a mi alrededor me preguntaban: ¿y cómo estas? Y yo: bien, bien, todo bien (pero me sentía un erizo todo pinchudo). Mi mamá me preguntaba cómo estaba y era un aluvión de mierda y luego un aluvión de llanto (¡el erizo atacaba!). Hasta que un día mi mamá dejó de tomárselo personal. Y yo ahí comprendí que curiosamente sólo podía conectar con mi dolor estando con ella. Se lo dije pidiéndole perdón y ella comprendió que en realidad era un voto de amor hacia ella. Se lo agradecí profundamente.
Con él, en cambio, vivimos un tiempo como entre algodones. Tanto miedo teníamos de hacernos daño que no hablábamos del tema. Hasta que yo empecé a  soñar con esqueletos en la cama, esqueletos en el baño, esqueletos que se levantaban y venían hacia mi y  yo con un bate los iba destrozando.
Una noche soñé con un caballo blanco. Yo lo llevaba a cabalgar por las vías de un tren. El caballo se ponía muy nervioso y quería dar la vuelta pero yo lo obligaba a seguir por ese lugar peligroso. Entonces el caballo me tiraba y se iba corriendo. Yo me quedaba tirada en el medio del valle y me preguntaba por qué demonios teniendo todo ese espacio lo había llevado a un lugar peligroso y feo como las vías de un tren. Lo buscaba como una desesperada hasta que lo encontraba en el medio del camino todo embarrado y sucio. Yo quería llamarlo pero me daba cuenta de que no sabía su nombre. 
 
Ya encontraré a mi caballo. 
Tengo fe. 
Y cuando lo encuentre tengo confianza de que sabré su nombre.

3 de julio de 2015

Nunca digas "nunca", tampoco "para siempre"

Necesito cerrar (por ahora) este blog. Teniendo en cuenta que aquí escribía sobre mis tratamientos no veo la razón por la cual seguir manteniendo abierto este espacio.
No habrá tratamientos por ahora.
Necesito un tiempo. Recuperarme mental y físicamente. Necesito sentir que soy algo más que un par de ovarios y un útero.
Me he replanteado mucho acerca de lo que es la maternidad para mi. Admito que ya no me importa si lo concibo yo o no, si es con células mías o de otra mujer. Reconozco que si adoptar en la Argentina fuera más fácil tal vez ya hubiera comenzado con los trámites. Pero me he interiorizado en el asunto y es otra batalla angustiosa más. Ahora mismo me estoy preguntando mucho qué es una familia para mi. Ya me voy a contestar. 
Trato de perdonarme el hecho de haber perdido ese puñadito de células que podrían haber sido nuestros hijos. Sé conscientemente que no hay culpa pero mi inconsciente me juega malas pasadas. Yo fui el recipiente que albergó a esos siete embriones. Algo no fue bien. Algo no pudo ser. Algo quedó trunco.
"Nunca" y "para siempre" son palabras para los Dioses no para los Hombres de modo que cierro este blog diciendo: "nunca digas de este agua no he de beber".
¡Mucha suerte, mujeres! Para las que buscan y para las que ya lo han conseguido.
Las abrazo a todas.
Gracias por sus bellos comentarios que me hicieron sentir siempre muy acompañada.