27 de septiembre de 2016

Las mamás

Me acordé de mi mamá. Me acordé de que estuve mucho tiempo enojada con ella porque sentía que no hacía lo correcto, no me gustaba su accionar frente a ciertas cosas, no comprendía de dónde le nacía hacer lo que hacía y por qué. Tuve que pasar por la reproducción asistida para comprender un poco más a mi mamá. Y comprender que uno hace lo que puede. Y que ese poquito que puede ya es mucho.
Ser una mamá... qué lejano que está eso. Y sin embargo, miro de reojo a algunas mamás con sus polluelos colgados del pecho, de la mano, en el regazo. Algunas erguidas, otra medio como pueden, en el colectivo o en el tren van cargadas de bolsos, viandas, niños. Las veo preguntar cómo te fue, cómo estás, secar mocos, reírse y festejar alguna anécdota. Algunas con críos recientes, otras con pre adolescentes que aún no viajan solos. Y a mi me toca cederles el asiento y en verdad se siente bien. Porque está bien. Hay mujeres que procrearon del modo que pudieron o quisieron. Y está bien. Y hay mujeres, como yo, que no procrearemos en esta vida. Y aún así, le damos lugar a lo materno, porque es necesario, está bien, de las mamás venimos y qué sería del renacer del mundo sin las mamás.

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